Repetidas veces el trabajo llena nuestro día, quitándonos tiempo y energía para dedicarnos al encuentro con Jesús en la oración. Pero ya que es difícil hacerse un momento para rezar, ¿por qué no invitar al Señor a ser parte de nuestra jornada? De este modo nos acompaña, sentimos su presencia y nos da fuerzas renovadas para sacar de nosotros lo mejor que podemos.